jueves, 16 de agosto de 2012

Relato 7° Lola y María... El principio.



-No.
-Por favor...
-No.
-...por favor...
-Cállate.
-...

Se calló y el ronroneo del profesor de Historia transformando la Revolución francesa en un mantra insoportable sólo consiguió concentrar más su desesperación en el jodido centro exacto del medio de sus piernas.

La vibración de la voz del hombre que paseaba de un lado a otro del aula temblaba en su coño como dolor punzante y apretado. No podía pensar en nada más que en aliviarlo. 
Pero le estaba prohibido tocarse. Ella no la dejaba.
Sin embargo la mano, maldita mano, de ella, de Lola, volvió a rozarle el muslo derecho, a colarse bajo la falda y a quemarse con su carne hirviendo.
3 segundos bastaron para que notara el líquido delator del calentón. Delator de su sumisión. De su entrega.

-...por favor...- volvió a susurar apenas moviendo los labios, con la mirada fija en la pizarra y la voluntad perdida, muy lejos de allí.
-... Shhhh... ya sabes lo que tienes que hacer...- contestó Lola sin mirarla, acercándose a su oreja sin inmutarse. Apretando el dedo contra su sexo, consciente de estremecerla entera con ese imperceptible movimiento.
-Pero es que... es que no puedo, no sé... no...
-Entonces cállate de una vez- y retiró su mano rápidamente, dejándola sola, absolutamente sola en su calentura.
-...¡no!...- suplicó María, y alguien se giró en las filas de delante- ...lo haré.
Lola la miró hasta por dentro, la atravesó y sonrió muy despacio. Entornó los ojos y miró el reloj de la pared.
-10 minutos...- dijo.

.............................

Sonó el timbre del cambio de clase a los diez minutos exactos. Más de uno se despertó literalmente. Sillas, mesas, puertas, pasos, risas, melenas, carteras... la vida misma en un concierto repentino de movimiento adolescente incontrolable, como todo lo adolescente.

Salieron al pasillo las dos, María detrás apenas sin poder andar de los nervios cachondos que llevaba. Lola iba decidida, despacio, mirando a todos los chicos que se cruzaba. 
Todos le devolvían la mirada. Parecía llamarlos con la boca un poco abierta y la mirada de zorra que llevaba  de serie.
Cuando Alberto le sonrió ella le cogió de la mano y le quiñó un ojo. Se lo llevó hasta los baños. En los diez metros que caminaron él ya la tenía dura. María iba detrás jadeando, con el corazón igual de cargado que su entrepierna.

Entraron al baño de los chicos a la vez que el resto de la gente entraba a sus respectivas clases. Se volvió a hacer el silencio en el instituto.
En el baño nadie hablaba, no hacía falta.



Lola abrió una puerta, bajó la tapa del vater, se giró hacia María, que no levantaba la vista del suelo, se acercó, metió las manos por los lados de la faldita buscando las bragas de la inocente y las bajó rápido, dejándolas en las rodillas. La mancha de humedad en el centro del algodón hizo que Lola se riera y que Alberto se tocara  encima del pantalón sin poderlo evitar.
La puso de espaldas haciendo que se apoyara en la pared, agachada, y  subió la tela hacia arriba dejando un culo redondo y blanco al descubierto. Un culito al que le dio un azote... y otro, y otro... Resonaron en las paredes, enrojecieron la carne temblona.
El chico se empezó a desabrochar el pantalón.
-Putita... ya llega, tranquila- tranquilizó Lola a María girándola, sentándola y abriéndole las piernas. Para ello tuvo que quitarle las braguitas. Se las restregó en la cara a Alberto lo que ya terminó de desquiciarlo. Las tiró al suelo.
-Ahora tú comes y yo te como, como te había dicho... Es muy fácil- dijo Lola empezando a estar evidentemente cachonda.
Se puso en cuclillas, delante de Alberto, le sacó la polla ardiendo, la agarró fuerte y le dijo: -Nunca se ha comido una y la tuya va a ser la afortunada... Ven...
La acercó a la boca de María, que ya estaba obediente y preparada, muy abierta, con la lengua fuera y los ojos desesperados.
A la primera entrada se ahogó un poco... Alberto le dijo: -Chupa primero...
Se la restregaba despacio, se la pasaba por los labios, le daba en la cara... María lamía como loca y succionaba la punta como podía. Enseguida se la empezó a meter casi entera. El chico comenzó a follarle la boca y a sujetarle la cabeza rítmicamente.
Lola sonreía. En cuclillas aún, se arrodilló: -Muy bien, zorra, te lo has ganado.
Y se empezó a deleitar con el olor a coño mojado de María. Le sujetó las piernas y se empezó a merendar el chochito chorreante que tenía enfrente. Lo chupó con tranquilidad, lo saboreó, se lo comió hasta el último rincón. Sólo paró para decir: -Pónsela bien gorda que quiero que me la meta enterita...
María no podía escucharla con claridad, pues estaba concentrada en aquel trozo de carne que le parecía enorme, que entraba y salía de su boquita pequeña. ¿Cómo podía caber aquello ahí dentro?
Se sentía sucia y muy cerda. Lola por fin le comía el conejito que tanto gusto le daba. Hacía dos meses que había empezado todo:
Un día Lola de repente le metió mano en clase, le dio tanto gusto que desde ese preciso momento hacía con ella lo que quería. 
No podía pensar en otra cosa que no fuera su dedo. En cómo le había enseñado a tocarse la una a la otra cuando le "picaba" hasta abandonarse por completo. En el camino a sus bragas, siempre tan caliente. 
Desde hacía días Lola la "castigaba", no le hacía el mismo caso.
Nunca habían hecho nada más que tocarse, hasta la semana anterior que la obligó a enterrarse en su concha hinchada hasta que le mojó la cara por completo. Fue tan diferente. Sus bragas se empaparon mientras se lo hacía... y ahora se estaba comiendo un rabo ella sola para que Lola por fin, le devolviera el favor.
Joder, era tremendamente excitante. Alberto con la mirada de perro, la lengua chorreando baba, la polla tiesa como nunca, jodiéndole la boca y por abajo Lola haciendo que se deshiciera con cada lametón.
Era imposible que se abriera más, que se entregara más. Podían hacer con ella lo que quisieran...
Se vino en la cara de Lola, quien se pegó más aún como si quisiera absorber todo el flujo mientras ella se retorcía como una culebra y porque tenía la boca llena, si no los gemidos se habrían oído en todo el centro. Seguro...
Lola retiró la cara manchada, miró a Alberto y le dijo como pudo: -Ahora jódeme, cabrón. A ver cómo te la ha puesto la nena...
Y este dejó a María apoyada, tirada en el váter y se colocó detrás del culo de Lola, le bajó el tanga, tocó todo con su mano enorme, rozó el pelito completamente mojado, el bulto hinchado, metió un dedo en el agujero. Se quemaba.
La chica sacó el trasero: -Venga, joder, fóllame de una vez!!!
Y le insertó el rabo de golpe. Enganchó las caderas y una y otra vez dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera...
Qué rica estaba, qué coño tenía, cómo apretaba, cómo lo sentía...
La otra chica, no recordaba su nombre, aún no se había recuperado y se pasaba la mano por las tetas. Se había abierto la blusa y se tocaba los pezones. Oscuros, como botones, se los rozaba con las puntas de los dedos, como en trance...
Él continuaba bombeando a esa zorrita que el mes pasado se la había chupado hasta correrse en su boca dos veces. Lo había arrinconado, tocado hasta ponérsela dura y luego, sin mediar palabra, se había agachado a comerle el rabo hasta que la leche le rebosó en la boca. Como si fuera un manjar delicioso, se la tragó hasta la última gota y riéndose, se levantó y se fue. Cuántas pajas se había hecho pensando en ella. Ojalá su novia le hubiera hecho algo parecido. Y además estaba taaaaaan buena. Ufffff...
Y ahora allí, cogiéndosela bien, haciéndola disfrutar como nunca, y con la otra nena enseñándole las tetas y el coño abierto completamente encharcado.
Vaya perritas, absolutamente deliciosas, era increíble.... No podía más...
Sacó el pollón casi morado del orificio y se lo empezó a menear rápido. Lola se dio la vuelta, le dijo a María: -Ven aquí, puta, ahora te lo vas a tragar todo...- y le apretó la cara asiéndole la mandíbula con la mano derecha...
Con la otra se tocaba frenética el clítoris...
Cuando empezó a brotar el semen hacia la boca de María a chorros, Lola se estremeció corriéndose en su propia mano y besando a María, aprovechando hasta la última gotita de leche del muchacho. No dejaba de apretar las mejillas de María, no dejaba de besarla, de chuparla, de sorberlo todo...
Alberto se tuvo que apoyar en la puerta porque se caía. Respiraba muy fuerte...

-Muy bien, zorra, muy bien, ¿has visto qué rico? eh, zorrita, ¿has visto? Si te portas bien habrá mucho más....muy bien mi putita, te has portado muy bien...- le decía Lola a María sin soltarla, sin dejar de besarla... Las dos en el suelo de rodillas, como si estuvieran solas... Habían olvidado por completo al chico, habían usado su polla, ya no lo necesitaban...
Aún pasó un rato hasta que salieron de allí. Hasta que pudieron calcular lo que quedaba de clase. Menos mal que era la última del día y se iban a casa ya.

Qué mañanita. Qué rica estaba la polla- pensó María- y el semen también...- y se relamió. Había merecido la pena esperar... Mmmmmmmm... Y la lengua de Lola ahí abajo... Uffffff...
       


*Para Irena, por la inspiración.

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