lunes, 20 de agosto de 2012

Relato 8° Mi perra en el súper.





Cuando entramos en el súper mi perra y yo, lo primero que vi fue como la boca del seguridad se abría para no cerrarse más. Bajé la vista por la camisa marrón hasta el pantalón y comprobé cómo le debía estar apretando desde este mismo instante.
Primera víctima.
No nos dijo nada. No podía. Sólo miraba a mi perra. Se ve que estaba en celo. Como ella. Bueno, ella siempre lo está.

La llevaba bien sujeta con su correa favorita: de cuero negro con tachuelas y cadena plateada de eslabones pequeñitos... el ruido que hacen cuando se mueven pone mi polla como un resorte.

Iba a cuatro patas, meneándose a cámara lenta, lentísima, como si quisiera ralentizar todo el placer provocado a su paso. Con la cabeza alta como si la coleta apretada de rizos castaños le tirara desde arriba. La mirada tan desafiante como su culo. Se paró en seco y giró la cabeza. Me miró. Al volverse el pelo le había dado en la cara y como un látigo volvía a su sito. Impresionante mi perra. Me miró, le señalé en un gesto seco el camino y obedeciéndome continuó el paseo.

Dominar esas nalgas que bailaban delante de mi y de todo el que quisiera mirar... uf, por un momento pensé que era suficiente para correrme...pero no, el espectáculo aún no había comenzado.

Las botas negras infinitas de charol y tacón fino que le llegaban a los muslos y se deslizaban por el suelo cuando arrastraba las rodillas, reflejaban todos los fluorescentes. Sonaba como una serpiente.
Tiré de la correa hacia la derecha y giró. Entrábamos en el pasillo de los yogures.

Había una empleada reponiendo magdalenas, enfrente, agachada. Nos vio e inmediatamente hizo como que no nos veía. Pero la muy zorra miraba a mi perra que iba muy orgullosa con su corpiño negro abotonado por delante y ajustado con un cordoncito por detrás. El zig-zag que le hacía en la espalda me la terminaba de poner tiesa. A mi y al otro empleado que reponía, éste con un palé de panes de molde al lado.

El seguridad le seguía el rastro de hembra en celo. Llevaba el coño al aire y todo el pasillo olía a ella. A mi perra. Yo empezaba a babear. Igual que el chico que estaba comprando y se esforzaba porque no se le cayeran al suelo los cuatro flanes que sujetaba como podía con la mano derecha.
Llegó el momento.
-Para, putita- le ordené-¡sube!
Y se alzó apoyando las manos en el borde de la nevera, subiendo el torso. Sacó la lengua, ya sabía.
Y pudo acabar conmigo cuando empezó a levantar despacio los párpados hasta que aparecieron esos ojos oscuros que me atravesaban gritándome lo perra y lo mía que era.

Cogí una botella de yogur líquido, la abrí y se la chorreé en la boca.
-Qué rico, perrita...Así, chupa, chúpalo todo...Chupa la botella, puta.
Y cómo lamía la botella. Sedienta. Muy, muy rápido. Casi tan rápido como se fueron acercando todos los de alrededor.

El seguridad ya se había bajado la cremallera del pantalón y estaba tocándose el muy cerdo.
Cómo los ponía mi perrita...
El fuerte olor de su coño también puso cachonda a la empleada, que se había abierto la blusa para meter la mano y sobarse las tetas intentando aliviar el calentón. Su compañero no pudo más y metió la manaza también.
A mi se me iba a romper el pantalón así que me la saqué, aparté la botella de la su lengua y la pusé encima de mi rabo. El líquido blanco fue cayendo en la polla y de ahí al suelo, goteando.
-Chúpamela. Chupa el rabo de tu amo, perra. Y el suelo también. Eres muy guarra. Chúpalo todo, ¡todo! así. Cómo te gusta....

Y ella iba de mi polla al suelo y viceversa. Desesperada, caliente. Obediente.
Deseando que le mandara, que le ordenara. Deseando ser mía, ser de su amo.
Ya así, encantada de ser una perra cachondísima, estiré el brazo y le toqué por detrás el coño. Como esperaba, me mojé la mano,  
Le di en el culo un azote.¡ZAS!
-Pero cómo te has mojado, puta.
Y otro azote ¡ZAS!. No dejaba de sacar la lengua muy rápido sorbiendo yogur y babeándome la polla, y clavándome los ojitos. Parecía que sonreía. Tenía toda la boca blanca.
-Un azote más por ser la perra más zorra que conozco ¡ZAS!
Se estremecía y yo sabía que a cada torta su chochito se empapaba más y más de fllujo....

Miré el  panorama alrededor. Creí morir de gusto cuando vi que el empleado le había quitado el pantalón a su compañera y la tenía en el palé abierta completamente mientras se merendaba el conejo de la chica, que a su vez le comía el enorme pollón que el segurata se había encargado de acercarle amablemente a los labios, para  que la muchacha se entretuviera jugueteando con su rabo y a su vez se corriera restregándose en la carita del reponedor de pan, que se hacía una paja mientras dejaba más que a gusto a la chica, desencajada ya, perdidamente cerda, gimiendo como podía con aquello que entraba y salía de su boca... 

Sólo quedaba al lado nuestro el cliente de los flanes inmóvil. La tienda de campaña que delataba su pantalón corto me hizo pensar que podía hacer lo que quisiera con él. 
-¿Te gusta la perrita?
-Sí-contestó tragando saliva.
-Pues huélele el chocho... ¿¿a qué esperas??
Como un zombie se agachó detrás de ella y empezó a jadear, a oler...Le agarró las nalgas por los lados firmemente y metió la cabeza en todo el trasero. La movía como loco, queriéndose tragar todos los olores. Se empapaba de sus líquidos y le metía la la lengua por todas partes. 
-¡Por el culo, métele la lengua en el culo! Por el agujerito. Así es como le gusta a esta putita. ¿Verdad putita?
Y ella, deliciosamente rica, con la lengua fuera porque no podía meterla ya de lo bruta que estaba y con una cara de zorrón que me desarmaba dijo: -Sí, mi amo, así le gusta a esta puta.

-Muy bien chico, date la vuelta que te va a comer todo. Y a ti también-dije mirando al seguridad.

Éste se acercó dejando a la otra chica con la boca vacía, y los dos a mis órdenes, se pusieron delante de mi perra, a la que cogí de la coleta y adelanté hasta que los tres rabos, el mio incluído, estuvieron muy juntos y pudo comenzar a succionarlos casi a la vez.
-Trágatelas, perra, las tres, todas, como tú sabes ¡venga! venga, más, más dentro.
Los tres estábamos en trance, bueno, todos...

Se había levantado la pareja del palé y de repente estaban al lado. Ella se metió entre nosotros, y para mi sorpresa, se agachó, le abrió las piernas a la perrita y se amorró a comer y a comer, y a comerse todo, y a llenarse la cara de los jugos de mi perra, que estaban causando estragos.
Como pudo su compañero se puso detrás de ella en cuclillas y se la empezó a follar como un loco. 
Éramos una piña de carne humana, yo sin soltar los rizos de mi zorrita le decía: 
-Que suerte tienes, puta, que te comen el chocho y todo. Guarrona, con lo que te gusta dejar caras marcadas para que huelan a ti. 

Entonces empezaron a soltar leche el segurata y el chico joven encima de mi perra. La pusieron perdida.
Y también el reponedor se corrió en el culo de su compañera, que seguía devorándole el coño chorreante a mi perra que se estaba corriendo sin poderse contener más...

Yo respiré hondo. Aparté a la chica del súper un poco hacia atrás.

-Mira qué sucia estás...Date la vuelta puta, ¡ya!
Y ansiosa mi perra, con la cara manchada, se dio la vuelta y me puso ese culazo delante reventado de saliva, enrojecido e hinchado. 
Un azote, ¡ZAS!
-¿Quién se va a follar esto? ¡¿Quién?! ¡Contesta perra!
-Tú mi amo, tú- soltó como pudo.
Empecé a meterle todo el rabo por el coño, que de lo caliente que estaba quemaba. Y resbalaba y daba un placer indescriptible. Ella lo sabía y apretaba fuerte, me aprisionaba la polla. Me mataba de gusto. Y en esto que había una boca cerca...una boca abierta que pedía, la de la muchacha que quería su leche también. Así que cuando vi que me corría la saqué y apunté a la boca de la pava que no había tenido un día de trabajo igual en su vida. Me juego lo que queráis.
Y me temblaron las piernas cuando le eché el semen.
Mi perra se había girado sonriente, feliz, retorciéndose de gusto muy despacio y me decía sólo a mi...porque los demás estaban desinflados, caídos, tirados, muertos...
-Quiero que me saques más a pasear por el súper...¿¿Lo harás, mi amo??
Y me guiñó un ojo...
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Y ...sonó el despertador. Por una vez en el momento adecuado. Y noté que tenía una erección bastante importante. Me di la vuelta buscándola. Dormía, la agarré por la cintura y llevé mi mano hasta el coño por debajo del camisón, tan pequeño y accesible él... Hizo un ruidito y llevó hacia atrás el culo...
-Mmmmmm...buenos días, perra, te voy a contar lo que he soñado-le susurré.
Ella ya se reía y tiraba mano a mi polla.
-Cuéntame, mi amo.

Pero eso ya es otro relato... ;)

                                                                    

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