martes, 11 de septiembre de 2012

Relato 17° Sexo NO consentido en la iglesia... Parte 2



Habían pasado dos meses pero él no había dejado de recordar aquella tarde. Se despertaba de madrugada sudando aterrorizado. No comía, no paraba de rezar...no vivía. Su día a día era una tortura constante.

Y aquella tarde al terminar de oficiar la misa y empezar a abandonar el templo los feligreses, su cuerpo se heló. Allí estaban mirándolo desde un banco sin moverse. Con las cabezas un poco agachadas y los ojos clavados en él.

Cuando salió la última persona por la puerta, Bea se levantó. Llevaba un abrigo de paño negro anudado a la cintura y tacones de señora, negros también. Giró hacia la salida y al llegar a la entrada pasó el pestillo antiguo dejando cerrado el acceso. Se dio la vuelta y se encaminó hacia el altar sin desviar la vista del sacerdote, al que el miedo había paralizado completamente. En el silencio brutal sólo se oía un mantra de rezos. Muy bajito, como susurro desesperado.

Al llegar al banco donde estaba Mónica, Bea se paró, desanudó el abrigo y lo dejó caer por los hombros. Estaba totalmente desnuda. Su piel blanquísima deslumbraba. Parecía una virgen más... pero nada más lejos de la realidad....


Mónica se levantó, vestía una gabardina gris también con tacón oscuro, y las dos juntas avanzaron hacia el altar. Muy despacio. El padre no podía dejar de mirarlas entre hipnotizado y espantado. Bea se puso detrás de él y al oído le dijo: -Hola curita... ¿te has acordado de nosotras? Porque nosotras no te hemos olvidado...
Casi a la vez Mónica se desató la gabardina y al quitársela dejó al descubierto una polla de plástico perfecta y grande sujeta con un arnés de cuero negro...
El hombre se estremeció.
Mónica empezó a sobar la tela de la sotana a la altura del paquete. La otra mano agarró fuerte el pollón de imitación, que el padre no podía dejar de mirar ahora visiblemente conmocionado.
La mano de Bea se perdía por atrás en su culo, bajo el hábito.
Y como era de esperar, comenzó a gemir y las lágrimas se agolparon en los ojos, casi en el mismo momento que la sangre llenó su miembro y Moni se sonrió con toda la mala intención que pudo: Uy, uy, uy...está cachondo el curita...
Le dió la vuelta violentamente y le subió la sotana. Se escupió los dedos y continuó el trabajo de Bea entrando y saliendo de su culo.
Él, ahora frente al altar con todas las imágenes presenciando la escena, sintió que se mareaba de la vergüenza. Que su miembro profanaba la pureza de aquel santuario. Que no sabía como iba  a seguir dando misa después de aquello.
Y Bea, ya de frente a él, le cogió la mandíbula firmemente y le dio una cachetada: Por cerdo.
Retumbó en las paredes. Hizo más grande el silencio.
Otra cachetada: Por cabrón,
Y otra: Por perro.
Y otra más: Por tarado.
Le apretaba la boca. El hombre babeaba, colorado, histérico, mil veces confundido. Con el rabo reventando y el culo abierto por momentos. Dolor, impotencia, muchísimo calor. Era un trozo de carne en manos de aquellas dos pervertidas demoníacas.



Y lo agacharon de golpe. A cuatro patas con el hábito en la cintura. Lo dedos de Mónica entrando y saliendo del agujero. Paraba y escupía. Seguía apretando el falo de juguete con rabia, como si lo sintiera de verdad, esperando ansiosa clavárselo al cura. Follárselo con todas sus ganas. Llevaba toda la semana pensándolo. El cuero del arnés se resbalaba al pasar por la rajita de Moni. Sólo le faltaba gotear de gusto. Casi, estaba a punto...
Bea seguía dándole en la cara. Los bofetones se oían rítmicamente: plas, plas, plas...
Desnuda, perfecta, casi virginal... comenzó a meterle los dedos en la boca: Chupa cerdo, cómetela.
Simulando una polla que entraba y salía, como la del culo. Se lo estaban follando una por delante y otra por detrás.
No pudo más Bea y se empezó a tocar con la otra mano. Flexionó las piernas, las abrió y le puso el coño delante de la cara al cura. Estaba tan mojado que sonaba al pasar la mano. Y todo era tan violento que la mano se movía como si se lo fuera a arrancar. Igual que la que le desencajaba la bocaza al cura.
Todo entraba y salía armónicamente, ellas se morían del calentón. Él se moría del miedo.

Y Mónica empuñó el juguete y se lo clavó en el culo. Lo sujetó por la cadera con las dos manos. El hombre gritó aún con los dedos de Bea en la boca. Esta los sacó y le dió una sonora y contundente bofetada que le giró la cara. Le tiró del pelo: ¡Mírame perro de mierda! Cuando te joda mi amiga me miras, ¿entiendes? ¡Y no grites! Ahora me vas a chupar como el perrito que eres. ¡Saca al lengua!

Como pudo sacó la sacó y vio con terror como el chocho lleno de líquido de Bea se acercaba y se restregaba como animal. Y como animal gritaba cogiéndole el pelo y apretandose sin dejar de moverse: ¡¡¡Sí!!! ¡Así! ¡Come! ¡Mira tus vírgenes como nos miran muertas de envidia!

Al oír esas palabras el cura quiso morirse. Sin embargo su polla estaba más viva que nunca. Parecía que el rabo que le estaba abriendo el trasero la encendía sin que él pudiera hacer nada.

Bea se encontraba en éxtasis absoluto mirando  a su alrededor. Sintiéndose observada por todos los santos del recinto. Desafiando a Dios y a quien hiciera falta, gritó enterrando la cara del padre en su pelo púbico y se corrió con un placer nunca antes experimentado. Le costó mantenerse en pie: Ahhhhhhhhhhhhhh... chúpa todo, cerdo, trágate mi flujo, no dejes nada, que lo vean todos...

Miró a Mónica que seguía follando sin parar el culito vírgen y las dos sonrieron y se acercaron y se besaron enredando sus lenguas deprisa, más calientes y cachondas que nunca...
Bea izó al hombre mientras le olía la cara empapada en coño. Todo sin sacar la polla de plástico del ano. Mónica lo sujetó por debajo de los brazos y continuó metiéndole el nabo tieso sin descanso. Joder a ese desgraciado le estaba produciendo tanto placer que empezó a pensar lo que sería que la polla fuese de carne y suya... se mojó toda. El roce del clítoris con el cuero del arnés por abajo iba a hacer que se corriera: ¡¡Síííííííííí!!
No paraba de moverse. Falcada en sus tacones, poseída totalmente, sujetaba al párroco mientras se movía como una perra en celo. Por delante ya estaba Bea arrodillada: Y ahora cabronazo, me vas a echar tu leche en la boca...
Empezó a machacarle el pollón duro que tenía pegado a los labios. Se escupió la mano, se tocó abajo también, se reía ahora a carcajadas al ver el horror reflejado en la cara llena de babas de coño... ya con la mano llena de líquidos lo pajeó a gusto esperando ver el chorro salir... ¡¡Venga!! ¡¡Joder, córrete en mi lengua, perro!!
Y el hombre se desvaneció un poco con la mirada fija en el gigantesco crucifijo que tenía delante y notó un látigo, un escalofrío, mucho calor concentrado, un alivio infinito... dejó caer la cabeza y como si no estuviera allí, desde fuera de su cuerpo vio la lengua larga de Bea llena, llenita de semen blanco. La putilla jugaba, se relamía, se frotaba con la polla, con la leche, se la metía otra vez en la boca, no dejaba de chupar como si lo quisiera limpiar, dejarlo reluciente...
En ese momento se oyó un gemido largo e intensísimo: Ahhhhhhhhhhhhhhhh... Mónica se corría y se quedaba ensartada en las nalgas del cura, inmóvil y satisfecha: joder, qué cabrón eres, cuánto placer nos das, desgraciado, uffff...
El cura quedó en shock como la primera vez. Cuando le sacaron el bulto del culo se desplomó. Ellas se abrazaron. Allí en medio, desnudas, ahítas de placer, con la mueca de orgullo que deja acabar por fin lo ansiado. Se besaron mezclando semen y saliva. Con aquel trapo humano tirado en el suelo. Hecho un guiñapo. Violado, forzado, avergonzado hasta el extremo. La sotana arremangada, la carne blanquecina, tembloroso...
Así lo dejaron. Ellas recogieron sus abrigos y se fueron hacia la entrada con la cabeza bien alta y el ruido de los tacones retumbando en las vidrieras de colores. Se dieron la vuelta un instante para decir un: Volveremos, curita, antes de lo que esperas... 
Y lo último que el hombre vio antes de desmayarse fue el guiño del mismísimo demonio metido en el ojo de Bea mientras soltaba aquellas palabras...
            

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Relato 16º El chófer, las francesas y una más...

Sudando, como era habitual, manejaba Genaro el primer vagón del metro.

Es de esas persona que siempre, a la hora que sea y pase lo que pase, está sudado. Su cadena de oro al cuello, grande y pesada, hortera, brilla más por eso.

La camisa del uniforme, azul clara, luce pegada y abierta hasta el tercer botón, enseñando orgullosa el pelo en matojo rizado del pecho. A juego con el del bigotón y el de la cabeza, claro.
Castaño y abundante. Media melena setentera que combina con gorra motera cuando está fuera del trabajo. Aquí, en su asiento de la cabina, y para no perder su savoir fair se limita a colgarse las gafas de sol de pera, sus adorados lentes de judicial, en el bolsillo. Así sigue siendo él a pesar del uniforme. El espejo de los cristales reflejan todas las luces de las estaciones y los túneles. Todo un personaje el Genaro.
Sus compañeros se ríen de sus barbaridades. A ellas las desconcierta con sus guarradas y su sinceridad.  Una mezcla de asco, cariño y hasta calentura que no se explican muy bien porqué... sienten cuando lo ven.
Está cansado. Acaba ya el turno. Última parada y a cocheras.

Entra en la curva de la estación despacio. No hay nadie. El aviso de que no suba nadie yadeunaputavezquenosvamos brilla en rojo en las pantallas digitales: Este tren no admite viajeros.

De repente, un milagro. No se lo puede creer. Dichosos los ojos. Dos chicas se magrean en el andén como novias en celo.
Parecen extranjeras. Un lleva vestido corto de tirantes naranja y la otra camiseta y faldita roja. Las dos, sandalias.
Joder, bendito verano, piensa Genaro. Y benditas tortilleras, también. Se ríe como tosiendo, muy él...
Le ponen el paquete alerta. Una erección llega sin avisar y lo despierta de golpe.
Se están comiendo enteras. La de la falda le mete la mano por debajo del vestido a la otra. Y esta le agarra el culo a la primera. Están solas, es tardísimo, es normal. Creen que están solas.

¿Pero se piensan que no hay conductor? ¿Que no las veo? Qué ricas están, joder... y como se meten la manita y la lengua y todo... joder... -ya lo dice en voz alta. 
Cuando se pone cachondo pierde los papeles y la vergüenza, si es que alguna vez la ha tenido.
Genaro en acción.



Va frenando despacio para no perderse un detalle. Sólo piensa en el pajote que se va a hacer cuando esté solo ahora en cocheras. Una manuela al final de la jornada siempre alegra. No pocas se ha hecho este verano con las guarrillas encueradas, despelotadas, como las llama él.
Ohhhh... ha habido mucha inspiración!: cada muslito, cada pechito y sobretodo, cada culito... Mmmmm...
Se relame y detiene completamente el vagón.
Bajan los pasajeros. Todos. Se queda al fin vacío. Va a arrancar con su calentón a cuestas, al retiro ya... cuando ve en una de las cámaras a las dos chicas sentadas ya dentro del tren. Siguiendo con su fiesta porno. Repasándose ahora las tetas, eso sí, por encima de la tela.
A él, la tela le importa poco. Ya ha mojado el slip ajustado que lleva, todos sus slips son marcados y más de uno tanga. Estampados, lisos, pero siempre preparado para un polvo rápido y sexy, según su particular estética. Mete y saca este que rara vez ha llegado sin pagar o sin alcohol de por medio, mucho alcohol... Pero que él no se resiste a dejar de esperar porque aparte de tener más moral que cualquier guapote de portada piensa que siendo como es las pone cachondas y no se dejan, bien por guardar las formas, bien porque las descoloca lo nerviositas que las deja.  Y, amigos y amigas, esto entre nosotros, shhhhhhhh... tiene toda la razón... 

Pero volvamos al tren parado, al slip mojado y a las lesbianas calentorras que se están dando un masaje completo en un vagón al que no debían subir...
Genaro sin dejar de mirar la pantalla... arranca decidido. Respira hondo. Que coño, que sea lo que dios quiera.
Con suerte la vigilante de central no está mirando.

Pero Raquel, la vigilante, sí está mirando. Desde que estaban en el andén de la estación no les quita ojo. En casa está peor que mal con el marido. No folla hace muchos días, bien hace años, y se ha quedado embobada con las pavitas, igualito que un niño babeando delante de una pastelería de esas ricas y grasosas...
Nunca se había excitado con mujeres. Pensó que bueno, que no la veía nadie, que qué más daba, y como si su mano fuera por libre, se empezó a tocar por encima del pantalón. Sin cerrar la boca y sin darse cuenta de que esas chicas no se debían haber subido. Que ese metro se retiraba ya... 
No solo no se había dado cuenta sino que cada vez se tocaba más fuerte.
Y es que cuando las muchachas se sentaron, más cómodas, se pudieron toquetear mucho mejor, las manos no decansaban, ni las lenguas tampoco.
Cuando una le bajó el tirante a la otra y comenzó a chuparle el pezoncito, tanto Raquel como Genaro perdieron el norte. Ahora sí que esto se ponía interesante y muy, muy caliente.

La del pezón tocaba el coño de su ¿novia?, ya con el vestido en la cintura.

Y Raquel desde su cabina de vigilancia se bajó la cremallera del pantalón con la mirada perdida en el monitor. Perdida, perdida...
Metió la manita bajo las braguitas, un paseo por el pelito, abrió bien las piernas, se acomodó y cuando encontró el clítoris lo acarició despacio, dispuesta a disfrutar que ya le tocaba. Se le erizó el vello de todo el cuerpo. Se relajó por fin en muchos días. Qué sorpresón...
Estaba mojada, los dedos subían y bajaban por todo el chocho, despacio, resbalándose.

Genaro frenó al fin el metro. En un garaje infinitamente grande repleto de vagones vacíos que parecían dormir. Paró y se levantó como pudo teniendo en cuenta que toda la sangre de su cuerpo estaba concentrada en el rabo. Menudo paquetón tengo para vosotras, dijo en alto y como poseído, tan salido estaba que nada ni nadie le hubiera detenido cuando salió de la cabina cerrando la puerta de golpe y agarrándose el bulto del pantalón. Gran bulto, muy grande, por cierto.
No se oía un alma. Había eco. Los tacones de sus mocasines retumbaban en el metal.

Las chicas seguían a la suya cuando el vagón se detuvo. Entre risas pararon un poco y se dieron cuenta de que ya no estaban en la ruta normal.
En esto se abrió la puerta de enfrente y apareció Genaro. Sólo vieron a un cerdo cachondo con un pantalón tan abultado que si eso era todo carne, prometía ser descomunal.

Hola putillas, soltó sin ningún asomo de respeto y mucho menos de consideración. Pero con mucho aplomo, todo hay que decirlo.
Cuando las tuvo delante de él, una con el coño al aire y la otra con las tetas en el mismo plan, se sacó el cinturón, el botón, bajó la cremallera y liberó su enorme miembro ofreciéndolo gentilmente para la fiesta.

Mientras Raquel no daba crédito a lo que estaba viendo en la pantalla: ¡¡¡¡Qué pollón!!!! ¡¡¡Pero si es Genaro!!!
¿Qué hacía allí Genaro?
¡Pero si estaban en cocheras!
Joder, qué rico, joder, repetía como loca. No dejaba de tocarse, era imposible parar. Se hubiera follado la silla si hubiera sido posible.

Las muchachitas lejos de cortarse, de taparse o cualquier cosa que tuviera que ver con el aburrimiento o la sosería, se miraron riendo y sacaron sus lenguas para desesperar aún mas al conductor que tenían allí plantado diciéndoles cosas que en su francés nativo no entendían... y ni ganas de entender.
Estaban de vacaciones y sólo querían pasarlo bien. No conocían a nadie y estaban calientes como perras. Y no querían salir de allí sin correrse a gusto. Sólo querían comerse y chuparse hasta no poder más. Ya se sabe: a más km de casa, menos prejucios. De todos es sabido.

Morreándose las nenas, Genaro se desató. Se acercó palo en mano y les dijo con su salero habitual: Os voy a comer el chochito que os lo voy a dejar como un pantano, perrillas...
Vio que no lo entendían en su cara de ¿ehh? y enseñó la lengua meneándola como una serpiente. Lo cual fue suficientemente descriptivo, y más cuando les señaló la rajita y los ojos se le salieron de las orbitas.

Ellas sonrientes y coloraditas, se separaron y se pusieron frente a él sentadas con el coño por delante. Llenos de juguitos que a Genaro se le antojaban manjar de dioses... Ay mamita qué delicia... balbuceó como pudo.

Y probó de uno desesperado... y del otro de al lado también. Y volvía y comía, y chupaba. Y empezaba. Y las agarraba por las piernas y su lengua de cerdo se las comía enteras. Ellas calientes se sobaban las tetitas, se metían las lenguas en la boca y no podían creer que un hortera semejante, un guarro así, tamaño personaje, les estuviera haciendo el favor de lamerles la panochita mientras ellas se besaban tan a gusto. Nadie lo creería..

Raquel estaba en el delirio. Se metía los dedos pues ya se había bajado el pantalón y nada se lo impedía. Imaginaba que Genaro a quien le succionaba el coñito era a ella. Y podía casi sentir la carnecita moviéndose por sus pliegues y sorbiendo su flujo. Oh cielos, se venía... y pensando en Genaro... madredelamorhermoso... gracias Genaro... diosssssssssss!!!!!!!!!
Ahhhhhhhhh!!!!!!!!!! y fue la corrida más rica de su vida, la más disfrutada y la más inesperada....

Y casi a la vez las francesitas hicieron lo mismo en la cara de Genaro. Primero una se estremeció y lo empapó mientras su amiga se deleitaba en sus pezones y hacía que se arqueara como una gata...
Y luego Genaro en trance siguió con la otra para terminar la faena como un señor... Eso sí, antes la levantó, le dio la vuelta como a un trapo, pues a esas alturas no había asomo de voluntad; la apoyó en el respaldo y a cuatro patas le metió la lengua por el ano de la chica. La mató del placer.
Saboreaba el agujerito y ella gemía como loca...
La amiga miraba extasiada como aquel patán degustaba el culito de su compañera, que cada vez se abría más. Se regalaba enterito, todo lo redondo que era.

Y ahora, vente en mi cara, zorrita mía, mójame los bigotes como ella, chorréamelos... le dijo a la chica a la vez que la giraba de golpe y se escondía entre sus piernas como antes.
No tardó ni dos segundos la chica en gritar y en trastabillar palabras en francés o en sabe dios qué y en agarrarle los pelos y restregarlo contra sí. Y en caer rendida después de temblar en un orgasmo exquisito...

Raquel no podía apartar la vista. Ufffffff... menudo placer. En la vida le había pasado algo tan excitante. Su propia peli porno en las cámaras de seguridad. Casi compensaba los turnos de mierda que le había tocado hacer esa semana.
Si no fuera porque estaba tremendamente cansada se habría vuelto a masturbar.
Guardó todo en la cabeza para futuras pajillas, cómo no.

Genaro se levantó y casi les dio en la cara con el falo hinchado y duro como roca. Ahora queridas, se van a tragar esto, les dijo picaronamente sin que ellas entendieran un carajo. La cara hinchada y sobrada de él parecía decir: Como ésta en tu vida la has visto, nena.
Y casi podemos decir que de esa envergadura no la habían visto las chiquitas. Casi seguro...

Ellas agradecidas y muuuuuuy bien educadas, tiradas y deshechas, pero contentas y felices, comenzaron a mamarle el palo presurosas. Se lo repartían, entraba y salía, cada vez más mojado y lleno de babas y burbujitas.
Una se afanó en metérselo lo más a dentro posible y la otra se dedicó en exclusiva a chupetear la piel de los huevitos sin tregua.
Y Genaro allí plantado, sin perder la chulería, en su papel, seguro de que las volvía locas (y locas las había vuelto) pensaba: joder, joder, joder, ya estaba tardando en pasarme algo así...
Y las sujetó a las dos por la cabeza, Venga, perritas, que todo este rabo es para vosotras solas. A comer, a comer bien, no dejéis ni un rincón sin lengua, nenas.
Las chicas lo hacían tan bien y él había aguantado tanto que cuando gritó Me corro!!!!!!!!!
no les dio tiempo a quitarse siquiera un poco y las inundó de semen. Las puso perdiditas, hechas un cromo, a lo que ellas respondieron a carcajada limpia porque era lo más surrealista que les había pasado... y les pasaría...
Ahhhhhhhhhh!!!!!
Siiiiiiiii!!!!!!! Qué bueno!!!!!!!
Y Raquel mirando el vagón y sus ocupantes entregados al placentero fornicio pensó: Pues sí, claro que sí.... Genaro. Vaya que sí, qué cabrón. Te lo has ganado.
Además de que tuvo bastante claro que se lo iba a follar en cuanto tuviera la más mínima ocasión, y ya se encargaría ella de propiciar la ocasión. Vaya que sí, Genaro. Menudo descubrimiento.

Y colorin colorado, el cuento del chófer superdotado, las francesas cachondas y la vigilante mirona...se ha acabado. Se ha contado tal como ha pasado y espero de corazón, lo hayan disfrutado...