Cuando entramos en el súper mi
perra y yo, lo primero que vi fue como la boca del seguridad se abría para no
cerrarse más. Bajé la vista
por la camisa marrón hasta el pantalón y comprobé cómo le debía estar apretando
desde este mismo instante.
Primera víctima.
No nos dijo
nada. No podía. Sólo miraba a mi perra. Se ve que estaba en celo. Como ella.
Bueno, ella siempre lo está.
La llevaba bien sujeta con su
correa favorita: de cuero negro con tachuelas y cadena plateada de eslabones
pequeñitos... el ruido que hacen cuando se mueven pone mi polla como un
resorte.
Iba a cuatro patas, meneándose a
cámara lenta, lentísima, como si quisiera ralentizar todo el placer provocado a
su paso. Con la cabeza alta como si la coleta apretada de rizos castaños le
tirara desde arriba. La mirada tan desafiante como su culo. Se paró en seco y
giró la cabeza. Me miró. Al volverse el pelo le había dado en la cara y como un
látigo volvía a su sito. Impresionante mi perra. Me miró, le señalé en un gesto
seco el camino y obedeciéndome continuó el paseo.
Dominar
esas nalgas que bailaban delante de mi y de todo el que quisiera mirar... uf,
por un momento pensé que era suficiente para correrme...pero no, el
espectáculo aún no había comenzado.
Las botas negras infinitas de
charol y tacón fino que le llegaban a los muslos y se deslizaban por el suelo
cuando arrastraba las rodillas, reflejaban todos los fluorescentes. Sonaba como
una serpiente.
Tiré de la correa hacia la derecha
y giró. Entrábamos en el pasillo de los yogures.
Había una empleada reponiendo
magdalenas, enfrente, agachada. Nos vio e inmediatamente hizo como que no nos
veía. Pero la muy zorra miraba a mi perra que iba muy
orgullosa con su corpiño negro abotonado por delante y ajustado con un
cordoncito por detrás. El zig-zag que le hacía en la espalda me la terminaba de
poner tiesa. A mi y al
otro empleado que reponía, éste con un palé de panes de molde al lado.
El seguridad le seguía el
rastro de hembra en celo. Llevaba el coño al aire y todo el pasillo olía a
ella. A mi perra. Yo empezaba a babear. Igual que el chico que estaba comprando
y se esforzaba porque no se le cayeran al suelo los cuatro flanes que sujetaba
como podía con la mano derecha.
Llegó el momento.
-Para, putita- le ordené-¡sube!
Y se alzó apoyando las manos en el
borde de la nevera, subiendo el torso. Sacó la lengua, ya sabía.
Y pudo
acabar conmigo cuando empezó a levantar despacio los párpados hasta que
aparecieron esos ojos oscuros que me atravesaban gritándome lo perra y lo mía
que era.
Cogí una botella de yogur líquido,
la abrí y se la chorreé en la boca.
-Qué rico, perrita...Así, chupa,
chúpalo todo...Chupa la botella, puta.
Y cómo lamía la botella. Sedienta.
Muy, muy rápido. Casi tan rápido como se fueron acercando todos los de
alrededor.
El seguridad ya se había bajado la
cremallera del pantalón y estaba tocándose el muy cerdo.
Cómo los ponía mi perrita...
El fuerte
olor de su coño también puso cachonda a la empleada, que se había abierto la
blusa para meter la mano y sobarse las tetas intentando aliviar el calentón. Su
compañero no pudo más y metió la manaza también.
A mi se me iba a romper el pantalón
así que me la saqué, aparté la botella de la su lengua y la pusé encima de mi
rabo. El líquido blanco fue cayendo en la polla y de ahí al suelo, goteando.
-Chúpamela. Chupa el rabo de tu
amo, perra. Y el suelo también. Eres muy guarra. Chúpalo todo, ¡todo! así. Cómo
te gusta....
Y ella iba de mi polla al suelo y
viceversa. Desesperada, caliente. Obediente.
Deseando que le mandara, que le
ordenara. Deseando ser mía, ser de su amo.
Ya así, encantada de ser una perra cachondísima,
estiré el brazo y le toqué por detrás el coño. Como esperaba, me mojé la mano,
Le di en el culo un azote.¡ZAS!
-Pero cómo te has mojado, puta.
Y otro azote ¡ZAS!. No dejaba de
sacar la lengua muy rápido sorbiendo yogur y babeándome la polla, y clavándome
los ojitos. Parecía que sonreía. Tenía toda la boca blanca.
-Un azote más por ser la perra
más zorra que conozco ¡ZAS!
Se estremecía y yo sabía que a cada
torta su chochito se empapaba más y más de fllujo....
Miré el panorama alrededor. Creí
morir de gusto cuando vi que el empleado le había quitado el pantalón a su
compañera y la tenía en el palé abierta completamente mientras se merendaba el
conejo de la chica, que a su vez le comía el enorme pollón que el segurata se
había encargado de acercarle amablemente a los labios, para que la
muchacha se entretuviera jugueteando con su rabo y a su vez se corriera
restregándose en la carita del reponedor de pan, que se hacía una paja mientras
dejaba más que a gusto a la chica, desencajada ya, perdidamente cerda, gimiendo
como podía con aquello que entraba y salía de su boca...
Sólo quedaba al lado nuestro el
cliente de los flanes inmóvil. La tienda de campaña que delataba su pantalón
corto me hizo pensar que podía hacer lo que quisiera con él.
-¿Te gusta la perrita?
-Sí-contestó tragando saliva.
-Pues huélele el chocho... ¿¿a
qué esperas??
Como un zombie se agachó detrás de
ella y empezó a jadear, a oler...Le agarró las nalgas por los lados firmemente
y metió la cabeza en todo el trasero. La movía como loco, queriéndose tragar
todos los olores. Se empapaba de sus líquidos y le metía la la lengua por todas
partes.
-¡Por el culo, métele la lengua
en el culo! Por el agujerito. Así es como le gusta a esta putita. ¿Verdad
putita?
Y ella,
deliciosamente rica, con la lengua fuera porque no podía meterla ya de lo bruta
que estaba y con una cara de zorrón que me desarmaba dijo: -Sí, mi amo, así le
gusta a esta puta.
-Muy bien chico, date la vuelta
que te va a comer todo. Y a ti también-dije mirando al seguridad.
Éste se acercó dejando a la otra
chica con la boca vacía, y los dos a mis órdenes, se pusieron delante de mi
perra, a la que cogí de la coleta y adelanté hasta que los tres rabos, el mio
incluído, estuvieron muy juntos y pudo comenzar a succionarlos casi a la vez.
-Trágatelas, perra, las tres,
todas, como tú sabes ¡venga! venga, más, más dentro.
Los tres estábamos en trance,
bueno, todos...
Se había levantado la pareja del
palé y de repente estaban al lado. Ella se metió entre
nosotros, y para mi sorpresa, se agachó, le abrió las piernas a la perrita y se
amorró a comer y a comer, y a comerse todo, y a llenarse la cara de los jugos
de mi perra, que estaban causando estragos.
Como pudo su compañero se puso
detrás de ella en cuclillas y se la empezó a follar como un loco.
Éramos una piña de carne humana, yo
sin soltar los rizos de mi zorrita le decía:
-Que suerte tienes, puta, que te
comen el chocho y todo. Guarrona, con lo que te gusta dejar caras marcadas para
que huelan a ti.
Entonces
empezaron a soltar leche el segurata y el chico joven encima de mi perra. La
pusieron perdida.
Y
también el reponedor se corrió en el culo de su compañera, que seguía
devorándole el coño chorreante a mi perra que se estaba corriendo sin poderse
contener más...
Yo respiré hondo. Aparté a la chica
del súper un poco hacia atrás.
-Mira qué sucia estás...Date la
vuelta puta, ¡ya!
Y ansiosa mi perra, con la cara
manchada, se dio la vuelta y me puso ese culazo delante reventado de saliva,
enrojecido e hinchado.
Un azote, ¡ZAS!
-¿Quién se va a follar esto?
¡¿Quién?! ¡Contesta perra!
-Tú mi amo, tú- soltó como pudo.
Empecé a
meterle todo el rabo por el coño, que de lo caliente que estaba quemaba. Y
resbalaba y daba un placer indescriptible. Ella lo sabía y apretaba fuerte, me
aprisionaba la polla. Me mataba de gusto. Y en esto que había una boca
cerca...una boca abierta que pedía, la de la muchacha que quería su leche
también. Así que cuando vi que me corría la saqué y apunté a la boca de la pava
que no había tenido un día de trabajo igual en su vida. Me juego lo que
queráis.
Y me temblaron las piernas cuando
le eché el semen.
Mi perra se había girado sonriente,
feliz, retorciéndose de gusto muy despacio y me decía sólo a
mi...porque los demás estaban desinflados, caídos, tirados, muertos...
-Quiero que me saques más a
pasear por el súper...¿¿Lo harás, mi amo??
Y me guiñó un ojo...
.............................................
Y ...sonó el despertador. Por
una vez en el momento adecuado. Y noté que tenía una erección bastante
importante. Me di la vuelta buscándola. Dormía, la agarré por la cintura y
llevé mi mano hasta el coño por debajo del camisón, tan pequeño y accesible
él... Hizo un ruidito y llevó hacia atrás el culo...
-Mmmmmm...buenos días, perra, te
voy a contar lo que he soñado-le susurré.
Ella ya se reía y tiraba mano a
mi polla.
-Cuéntame, mi amo.
Pero eso ya es otro relato... ;)
No puedo más....., de verdad.
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